La magia del circo. Entre nubes de algodón de azúcar y aroma a caramelo y manzana. Cegada por el espectáculo bailarín de luces multicolor. Abrumada por el ruido de la música estridente y los lejanos rugidos de un león. El mundo era un lugar extraño. Me rodeaban las caras desconocidas y la inercia me llevó hasta aquella carpa roja y blanca. Fue una noche, no sé hace cuántos años, en la que olvidé el camino de vuelta a casa.  

Un lugar encantado; el circo más maravilloso de todos los tiempos, del que nunca me he ido. Lugar de refugio para las almas errantes, para mí. En mitad de ninguna parte y a medio camino entre el ayer y el mañana, sin que exista el hoy. Cada noche empieza la función y con cada amanecer, la paradoja continua de mi existencia hace que la luz desaparezca. No sé ni cómo ni por qué, pero cada noche estamos en un lugar diferente, aunque todo lo demás es siempre igual.